Sábado, 15 de Diciembre de 2012 14:48 |
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En los casi tres años de "crisis" y
"rescates" en Grecia, las únicas "medidas" que han conseguido realmente
su "objetivo" son las encaminadas desde el primer momento a abaratar el
mercado de trabajo, a desmantelar los servicios públicos, a hacer
retroceder las conquistas sociales, a debilitar las estructuras
democráticas y a favorecer el trasvase de los bienes comunes a manos
privadas. No es ironía, es la triste realidad: es la evidencia de que
todas las acciones de quienes hoy gestionan esta "crisis" no van
encaminadas a ponerle fin sino a sacar de ella el máximo provecho en
beneficio propio.
El resultado está siendo el expolio incesante e impune de un pueblo y un país en nombre de una controvertida "deuda": en lo laboral –rebajando salarios y derechos y haciendo galopar el paro y la precariedad–, se ha conseguido ya que el "mercado" esté lleno de gente dispuesta a hacer cualquier cosa por un bocadillo; los servicios públicos –dinamitados premeditadamente por el clientelismo político y por una administración irresponsable– corren ahora a manos de corporaciones privadas ávidas de hacerse con su prometedora gestión; la pérdida de conquistas sociales arroja cotidianamente imágenes de despedidos sin derecho al subsidio, de jubilados hurgando en la basura, de hospitales sin gasas, de farmacias sin medicamentos y de desesperados quitándose la vida; la Democracia ha presenciado miles de movilizaciones en su nombre sofocadas con armas químicas y abultados dispositivos de represión antidisturbios, ha conocido un presidente de gobierno impuesto por los acreedores, está representada por diputados que no se atreven a circular entre los ciudadanos, y asiste cada día a un parlamento donde los "compromisos internacionales" marcan la pauta de gobierno por encima y en contra de los derechos y las necesidades del pueblo y faltando a los principios constitucionales; y, por último, el trasvase de bienes comunes a manos privadas sigue implacablemente su curso, orquestado desde el "Fondo Helénico de Desarrollo de Activos", una sociedad anónima de derecho privado regida por tecnócratas del ámbito financiero y empresarial y encargada de ejecutar el mayor programa de privatizaciones que actualmente se realiza en el mundo. Como telón de fondo, un informe titulado "Cretan Gas Fields – Α new perspective for Greece's hydrocarbon resources", elaborado por reconocidos expertos para el banco de inversión Pytheas, presenta evidencias científicas que apuntan a la existencia de enormes yacimientos de hidrocarbonos en aguas del sur de Creta. Según Petroleum Geo-Services, compañía noruega líder en la investigación de mercados petrolíferos, la cuenca del sur de Creta "es equivalente" a la llamada "Cuenca Levantina", la cual, de acuerdo con los datos del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS), contiene al menos 3,45 billones de m3 de gas natural y 1.700 millones de barriles de crudo. Sobre el tema de estas prometedoras reservas energéticas en territorio europeo pesa un discreto silencio, aunque, a finales del pasado mes de noviembre, el Deutsche Bank evaluaba la posibilidad de que las deudas de Grecia fueran cubiertas con los beneficios de las futuras extracciones. ¿A quién irá a parar esta riqueza? ¿Podrá un país vendido a sus acreedores mantenerla como su patrimonio? ¿No está siendo la deuda un arma de conquista y de sometimiento más poderosa que la propia guerra? A veces, una lectura de los hechos puede ser tan perfectamente coherente como perfectamente falsa. Ésta, de momento, parece coherente: ojalá los hechos lleguen a demostrar que es falsa. |
ΛΑΤΡΕΥΩ ΤΗΝ ΕΛΕΥΘΕΡΙΑ ΚΑΙ Η ΕΛΛΑΔΑ ΘΑ ΕΙΝΑΙ ΠΑΝΤΑ ΕΛΕΥΘΕΡΗ. ΈΤΣΙ ΠΡΕΠΕΙ. Este es un blog para todos aquellos apasionados por Grecia y para todos aquellos que deseen descubrirla. Mucha de la información que se publica procede de páginas webs y otros blogs. A sus autores, mi agradecimiento y reconocimiento por su magnífica labor de difusión e investigación sobre Grecia a la que este blog pretende colaborar.
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sábado, 15 de diciembre de 2012
Atando cabos. Pedro Olalla desde Atenas
domingo, 2 de diciembre de 2012
Asesinos y evasores. Márkaris bucea en el manicomio griego
"Aquí, todos nos engañamos. Unos, tratan de convencerse de
que están trabajando; otros, de que están realizando reformas, y otros
de que aplican leyes. Vivimos en el país de las mentiras". El ataque de
lucidez no tiene como protagonista a un gran analista o a un ministro
arrepentido, tampoco lo dice nadie en España, aunque lo parezca. Se
trata de una diatriba más de Adriani, la esposa del comisario griego
Kostas Jaritos en la última novela de Petros Markaris (Estambul, 1937), Liquidación final, de la que EL PAÍS avanza el primer capítulo.
Radical, osado, sincero e implacable, el autor griego disecciona en esta novela, la séptima de su comisario publicada en España por la editorial Tusquets, la segunda de la llamada trilogía de la crisis inaugurada por Con el agua al cuello, el drama de una Grecia arruinada y acosada desde dentro y desde fuera.
Con ese estilo pausado pero imparable, alejado del thriller más anglosajón pero adictivo hasta el final, el ganador del Premio Carvalho en 2011
plantea un dilema tentador: qué ocurre si el criminal que persigue el
protagonista goza del beneplácito cuando no la admiración directa de sus
conciudadanos, ahogados por la crisis y hartos de sus políticos.
El planteamiento es sencillo: un tipo que se hace llamar el Recaudador
Nacional envía ultimatums a evasores de impuestos para que arreglen sus
cuentas con la maltrecha Hacienda griega. De lo contrario, como empieza a
ocurrir, morirán.
Agobiado por los recortes que afectan a todos los funcionarios,
intentando salvar la papeleta para conseguir un ascenso prometido por su
jefe, Jaritos pasa noches en vela tratando de resolver el crimen,
pensando en su hija, excelente abogada que trabaja con inmigrantes y
tentada por el exilio como único remedio de supervivencia, y buscando en
el famoso diccionario Dimitrakos, su pasión, las claves de una realidad
que se le escapa.
Más allá del Seat que conduce el comisario, los paralelismos con España,
un país que generaliza el perdón a los evasores con una penosa amnistía
fiscal y sube los impuestos a la inmensa mayoría de la población, son
aterradores. Lástima que en España no haya salido todavía ningún gran
cronista de la realidad negra y criminal.
"Grecia es un
enorme manicomio", aseguraba Konstantinos Karamanlís, ex primer
ministro griego en la década de los 50 y tras la dictadura de los
generales, a finales de los años 70. La cita, que aparece al principio
del libro y que luego repite la esposa de Jaritos, es el mejor resumen
de una situación de Grecia. Un país en el que los jóvenes emigran o se
pudren y donde jubilados y parados desesperados se suicidan, dejando
sobrecogedoras cartas llenas de realidad y reproches (véase el capítulo que adelantamos);
un país donde grandes fortunas y personal de a pie trata de evitar sus
obligaciones; un país salvado por la honradez de unos pocos, ejemplar,
en este sentido, el señor Jaritos; un país masacrado por las exigencias
de fuera y los derroches de dentro; un país atrapado por la corrupción y
la ineficacia de su clase política; un país, descrito por el propio
Markaris, antes siempre optimista, como un lugar sin futuro; un país, en
definitiva, muy parecido a un manicomio en el que nada es lo que
parece. ¿Les suena?
España está como Grecia hace doce meses. Petros Márkaris
Petros Márkaris (Estambul, 1937)
Marta Caballero
Al
monstruo que recorre Europa hoy se lo conoce Petros Márkaris (Estambul,
1937) de arriba abajo. Sabe muy bien que esto tenía un guión y, como su
detective y protagonista de sus libros, en esta ocasión de una trilogía
sobre la crisis, conoce cuáles están siendo sus consecuencias. La
segunda entrega,Liquidación final, que publica en España
Tusquets, comienza con la viva imagen de lo que está siendo la crisis
ahora en España y de lo que fue en el país en el que reside, Grecia,
hace algún tiempo ya: los suicidios ante la desesperación económica.
Hace no demasiado, todo esto nos sonaría a novela negra, que es el
género en el que se mueven Márkaris y su Kostas Jaritos, pero por
desgracia la escena tremebunda con la que arranca su libro es hoy carne
de telediario: suicidio colectivo de cuatro jubiladas que, primero,
sufrieron un recorte en la pensión; después, tuvieron que buscar un
médico privado para conseguir sus recetas, porque los de la pública
estaban en huelga; y, finalmente, se quedaron sin medicinas, pues en la
farmacia no se las despachaban porque la Seguridad Social les debía
dinero.
Las cuatro señoras, se lee en la nota ficticia que reproduce Márkaris, eligieron morir al percatarse de que eran una carga "para el estado, para los médicos y para la sociedad entera". Helador. Quien tildó a este escritor de agorero sabe hoy que esto está pasando también aquí y más en Grecia, convertida hoy en un muerto viviente, en un cadáver a punto de ser arrojado a la morgue europea. "Qué más nos queda por ver", pregunta retóricamente un personaje al contemplar la estampa de las mujeres muertas. En un hotel de Madrid, de esos de recibidores en los que pasa la crisis, por los que pasean hombres con turbante y mujeres envueltas en pieles, Markaris responde: Aún queda, queda mucho.
De hecho, en el libro que ahora ve la luz hay que retrotraerse a un segundo estadío de la crisis: la vida se ha tornado más abrupta que en la primera novela pero aún no se palpa la desesperación generalizada que hoy existe en Grecia. La cita que abre el libro reza: "Grecia es un enorme manicomio". La pronunció el político Konstantinos Karamanlís, tío del ex primer ministro griego, que también gobernó el país, pero en los 70. Márkaris la explica:
- Karamanlís llegó al poder en 1975, fue el primer ministro tras la caída de la dictadura. Aunque era un político de derechas, intentó darle al país su primera constitución democrática, abolió la pena de muerte e integró a Grecia en el mercado económico europeo. Nunca le voté pero era un tipo muy listo. Al final de su mandato estaba tan desesperado con la resistencia a su política que acabó pronunciando esa frase. Hoy, más que un manicomio, Grecia es un país desesperado por encima de todas las cosas. Los griegos estamos enloqueciendo porque todo está cambiando radicalmente. En los 70 no, pero hoy sí hay motivos para la locura. Las señoras que se suicidan al comienzo del libro sufren lo que está pasando también en España: los recortes primero fueron al estado de bienestar, luego a la educación y finalmente a la cultura. Este es el procedimiento estándar, también en Alemania. Y Grecia empeora cada vez más, cada 15 días hay farmacias que no pueden dar medicinas a los jubilados o a los trabajadores porque la Seguridad Social no les reingresa el dinero de las recetas.
Cuando se lee a Márkaris, cuya escritura, por lo gráfico, es deudora del cine (no en vano fue guionista de Angelopoulos), el lector tiene la sensación de asistir a un documental rodado en tiempo real. Ha tenido la valentía de hacer literatura del presente, de escudriñar la crisis con el género negro como arma. En España, se le cuenta al escritor, casi nadie en narrativa ha tenido esa osadía. ¿Le están ayudando a él sus libros a explicarse lo que ha pasado y lo que está sucediendo hoy, tema que abordará en la casi culminada última parte de su trilogía?
- Intento hacer entender dos cosas a la gente. La primera es que viven una vida desesperada y que deben entender por qué sufren; y la segunda es que lo que los políticos les están diciendo no es la verdad. En el último libro de Kostas Jaritos, que actualmente estoy terminando, tampoco hay lugar para la esperanza, porque si tuviera que dar una perspectiva esperanzadora tendría que empezar una trilogía nueva. Y entonces, quizás, en el tercer libro de nueva saga, acabaría encontrando algo de esperanza.
Si bien en la primera entrega Márkaris se centró en la perfidia de las grandes corporaciones bancarias y en cómo sus trampas empezaron a salpicar a los ciudadanos en el contexto de la Grecia preolímpica, en esta ocasión el libro otorga protagonismo a los individuos que de forma unilateral empezaron a sacar provecho de la crisis y de sus propios paisanos. Es más grave el asunto ahora, ¿no?
- Puede ser, creo que da esa impresión porque la vida en la segunda novela es más difícil que en la primera. Cuando escribí aquella, los griegos no estaban tan mal. La crisis se percibía pero en este libro Atenas es ya la ciudad oscura en la que se ha convertido hoy.
Y tan oscura, la narración es de una consternación y de un pesimismo que aquí todavía no somos capaces de imaginar, aunque nos va sonando. "Se desaconseja imitar los hechos narrados en esta novela", advierte el autor al comienzo. Márkaris asegura haber visto la viva imagen de Grecia en Sevilla el pasado mes de mayo, cuando se percató de la cantidad de gente que no tenía un techo bajo el que guarecerse. "España ya no está como Grecia hace cuatro años, está como Grecia hace 12 meses", sentencia tras haberse paseado por Madrid. Y en este mes de noviembre, ¿cómo está su país? ¿Qué imagen podría alegorizar la situación actual? Márkaris vuelve a helar cuando describe la pesadilla:
"Me despierto de madrugada, casi cada noche, entre las 3 y las 4 de la mañana, por un ruido terrible que oigo. Son inmigrantes rebuscando entre la basura para comer. Lo hacen por la noche para que no les vean los grupos de neonazis. Luego paran y vuelvo a dormirme, pero a las 6 me despierta el mismo ruido: son mis paisanos, los griegos, que aprovechan que las calles están desiertas, porque les da vergüenza buscar alimento en los contenedores.
Y a Kostas Jaritos, ese personaje chapado a la antigua, ralentizado y malhumorado, justo, perspicaz y comprometido que, se empeña en recordar, no es su alter ego sino los retales de varias personas conocidas. A él y a su familia, ¿Qué vida les espera?
- Jaritos ve a Atenas de la misma forma que yo. Mi hija me recuerda que se aburre de escucharnos las mismas bromas a los dos, pero somos diferentes. Su vida familiar es muy distinta a la mía, es mucho más parecida a la de mis padres. De hecho, su relación con su esposa es muy similar a la que tenían ellos. ¿Su futuro? Será más difícil en el siguiente libro, pero allí sucederá algo insólito. La esposa de Jaritos, Adrianí, la típica ama de casa griega y una mujer práctica que ya ha pasado por vicisitudes en la vida, reacciona y aprende a adaptarse.
- En el fondo, reaccionar es lo que nos queda.
- Sí, efectivamente, la gente tiene que aprender a reaccionar ante esta situación. Pero no de forma generalizada, cada grupo debe hacerlo a su manera. Adrianí no puede rebelarse de la misma manera que lo hace Katerina o la gente joven. Este será el tema principal de mi próximo libro. Si hay algo parecido a un mensaje esperanzador es que la gente va a llegar a un punto en el que sabrá que debe reaccionar.
Las cuatro señoras, se lee en la nota ficticia que reproduce Márkaris, eligieron morir al percatarse de que eran una carga "para el estado, para los médicos y para la sociedad entera". Helador. Quien tildó a este escritor de agorero sabe hoy que esto está pasando también aquí y más en Grecia, convertida hoy en un muerto viviente, en un cadáver a punto de ser arrojado a la morgue europea. "Qué más nos queda por ver", pregunta retóricamente un personaje al contemplar la estampa de las mujeres muertas. En un hotel de Madrid, de esos de recibidores en los que pasa la crisis, por los que pasean hombres con turbante y mujeres envueltas en pieles, Markaris responde: Aún queda, queda mucho.
De hecho, en el libro que ahora ve la luz hay que retrotraerse a un segundo estadío de la crisis: la vida se ha tornado más abrupta que en la primera novela pero aún no se palpa la desesperación generalizada que hoy existe en Grecia. La cita que abre el libro reza: "Grecia es un enorme manicomio". La pronunció el político Konstantinos Karamanlís, tío del ex primer ministro griego, que también gobernó el país, pero en los 70. Márkaris la explica:
- Karamanlís llegó al poder en 1975, fue el primer ministro tras la caída de la dictadura. Aunque era un político de derechas, intentó darle al país su primera constitución democrática, abolió la pena de muerte e integró a Grecia en el mercado económico europeo. Nunca le voté pero era un tipo muy listo. Al final de su mandato estaba tan desesperado con la resistencia a su política que acabó pronunciando esa frase. Hoy, más que un manicomio, Grecia es un país desesperado por encima de todas las cosas. Los griegos estamos enloqueciendo porque todo está cambiando radicalmente. En los 70 no, pero hoy sí hay motivos para la locura. Las señoras que se suicidan al comienzo del libro sufren lo que está pasando también en España: los recortes primero fueron al estado de bienestar, luego a la educación y finalmente a la cultura. Este es el procedimiento estándar, también en Alemania. Y Grecia empeora cada vez más, cada 15 días hay farmacias que no pueden dar medicinas a los jubilados o a los trabajadores porque la Seguridad Social no les reingresa el dinero de las recetas.
Cuando se lee a Márkaris, cuya escritura, por lo gráfico, es deudora del cine (no en vano fue guionista de Angelopoulos), el lector tiene la sensación de asistir a un documental rodado en tiempo real. Ha tenido la valentía de hacer literatura del presente, de escudriñar la crisis con el género negro como arma. En España, se le cuenta al escritor, casi nadie en narrativa ha tenido esa osadía. ¿Le están ayudando a él sus libros a explicarse lo que ha pasado y lo que está sucediendo hoy, tema que abordará en la casi culminada última parte de su trilogía?
- Intento hacer entender dos cosas a la gente. La primera es que viven una vida desesperada y que deben entender por qué sufren; y la segunda es que lo que los políticos les están diciendo no es la verdad. En el último libro de Kostas Jaritos, que actualmente estoy terminando, tampoco hay lugar para la esperanza, porque si tuviera que dar una perspectiva esperanzadora tendría que empezar una trilogía nueva. Y entonces, quizás, en el tercer libro de nueva saga, acabaría encontrando algo de esperanza.
Si bien en la primera entrega Márkaris se centró en la perfidia de las grandes corporaciones bancarias y en cómo sus trampas empezaron a salpicar a los ciudadanos en el contexto de la Grecia preolímpica, en esta ocasión el libro otorga protagonismo a los individuos que de forma unilateral empezaron a sacar provecho de la crisis y de sus propios paisanos. Es más grave el asunto ahora, ¿no?
- Puede ser, creo que da esa impresión porque la vida en la segunda novela es más difícil que en la primera. Cuando escribí aquella, los griegos no estaban tan mal. La crisis se percibía pero en este libro Atenas es ya la ciudad oscura en la que se ha convertido hoy.
Y tan oscura, la narración es de una consternación y de un pesimismo que aquí todavía no somos capaces de imaginar, aunque nos va sonando. "Se desaconseja imitar los hechos narrados en esta novela", advierte el autor al comienzo. Márkaris asegura haber visto la viva imagen de Grecia en Sevilla el pasado mes de mayo, cuando se percató de la cantidad de gente que no tenía un techo bajo el que guarecerse. "España ya no está como Grecia hace cuatro años, está como Grecia hace 12 meses", sentencia tras haberse paseado por Madrid. Y en este mes de noviembre, ¿cómo está su país? ¿Qué imagen podría alegorizar la situación actual? Márkaris vuelve a helar cuando describe la pesadilla:
"Me despierto de madrugada, casi cada noche, entre las 3 y las 4 de la mañana, por un ruido terrible que oigo. Son inmigrantes rebuscando entre la basura para comer. Lo hacen por la noche para que no les vean los grupos de neonazis. Luego paran y vuelvo a dormirme, pero a las 6 me despierta el mismo ruido: son mis paisanos, los griegos, que aprovechan que las calles están desiertas, porque les da vergüenza buscar alimento en los contenedores.
Y a Kostas Jaritos, ese personaje chapado a la antigua, ralentizado y malhumorado, justo, perspicaz y comprometido que, se empeña en recordar, no es su alter ego sino los retales de varias personas conocidas. A él y a su familia, ¿Qué vida les espera?
- Jaritos ve a Atenas de la misma forma que yo. Mi hija me recuerda que se aburre de escucharnos las mismas bromas a los dos, pero somos diferentes. Su vida familiar es muy distinta a la mía, es mucho más parecida a la de mis padres. De hecho, su relación con su esposa es muy similar a la que tenían ellos. ¿Su futuro? Será más difícil en el siguiente libro, pero allí sucederá algo insólito. La esposa de Jaritos, Adrianí, la típica ama de casa griega y una mujer práctica que ya ha pasado por vicisitudes en la vida, reacciona y aprende a adaptarse.
- En el fondo, reaccionar es lo que nos queda.
- Sí, efectivamente, la gente tiene que aprender a reaccionar ante esta situación. Pero no de forma generalizada, cada grupo debe hacerlo a su manera. Adrianí no puede rebelarse de la misma manera que lo hace Katerina o la gente joven. Este será el tema principal de mi próximo libro. Si hay algo parecido a un mensaje esperanzador es que la gente va a llegar a un punto en el que sabrá que debe reaccionar.
Desde: elcultural.es
Petros Márkaris - "Liquidación final"
Tusquets Editores
(Barcelona, 2012)
344 páginas - 19,00 €Grecia y España, primas hermanas
Por: María Antonia Sánchez-Vallejo | 30 de
noviembre de
2012
Dispositivos
antirrobo aplicados a paquetes de queso feta para evitar su hurto en
los supermercados. Taxistas que sólo llevan a griegos. Una isla entera
en huelga, Lymnos, en protesta por el inclemente abandono de los poderes
públicos. Un hospital que entrega a la policía a una sin papeles cuando se recuperaba de la extirpación de un tumor
(operación presuntamente costeada por la familia de la enferma, 10.000
euros del ala, porque ya hace meses que los análisis, y las cesáreas, y
los partos y otros muchos actos médicos se pagan en Grecia). Contagios de sida disparados; falta de antirretrovirales, así como de un centenar de fármacos por impago a las farmacéuticas. Alarmante incremento de los casos locales de malaria, igual que de tuberculosis.
O es el apocalipsis, o un puro desvarío; la situación en que se
encuentra Grecia en su quinto año consecutivo de recesión no conoce
término medio. El profesor John Ward afirma en un interesante blog
que Grecia es un banco de pruebas para Europa semejante a lo que la
Guerra Civil española fue para la II Mundial. Pero el Eurogrupo, miope,
se da por satisfecho -y hasta creerá que ha reiventado la pólvora- con
el acuerdo alcanzado esta semana, cuando en realidad no se trata de una
solución, sino de una cura más en el curso del ensañamiento terapéutico a
que se somete al enfermo. ¿No tiene en cuenta el Eurogrupo que habrá
elecciones y puede que más de un sobresalto de aquí a 2020? ¿Ignora que
13 encuestas de intención de voto dan como ganadora de unos hipotéticos
comicios a Syriza? ¿De verdad no le inquieta que los neonazis de Aurora
Dorada (AD) se conviertan en la tercera fuerza de un Parlamento
beligerantemente hostil a Europa?
Le guste o no a la troika, los únicos políticos con representatividad
real ahora mismo en Grecia son Alexis Tsipras y Nikos Mijaloliakos,
líderes respectivamente de Syriza y AD, porque el resto del panorama es
un conciliábulo de fantasmas: el trampantojo de Gobierno en plaza; el
Pasok, que apoya parlamentariamente a este y al que por eso las
encuestas vaticinan la última plaza en las urnas. O el Partido Comunista
(KKE), marxista y leninista por la gracia de Dios, siempre fiel a su
lema: "Ni conmigo ni sin mí".
El
perseverante Alexis Tsipras, que hace diez días fue presentado en un
mitin en Barcelona como "el futuro primer ministro de Grecia" por Joan
Herrera, de IUC, está desarrollando una discreta diplomacia de salón que
le ha llevado a reunirse con el embajador británico y otros
funcionarios europeos en los mullidos sofás del hotel Gran Bretaña, a
tiro de piedra -la intifada es literal en Atenas- del Parlamento.
Mientras, no ceja en reclamar la celebración inmediata de elecciones,
consciente de su predominio (un par de las encuestas citadas le sitúan
casi diez puntos por delante de ND). En el congreso anual del partido,
celebrado hoy en Atenas, Tsipras ha hecho un llamamiento a la clase
media y a la parroquia del KKE, dos previsibles viveros de votos para
Syriza.
Al opaco Mijaloliakos, mientras, críticos y detractores se empeñan en
sacarle los colores, sin conseguirlo. Las bravuconadas de sus huestes
en Creta, donde uno de sus diputados mostró muy ufano la enseña de la
Junta militar, han molestado al Parlamento, pero de momento lo único que
se investigará serán los casos de abusos policiales contra inmigrantes,
que el fiscal considera "compatibles" con la actuación de los neonazis.
Por si a AD le faltaran mamporreros entre las fuerzas vivas, muchos
taxistas se están negando a llevar a clientes no griegos.
Mijaloliakos acapara la portada del último número de la revista Hot Doc, donde aparece con un bigotillo a lo Hitler y, escrito en letras góticas bajo su nombre, el título "Su lucha". Hot Doc
recupera también alguno de sus escritos, un indigesto potaje de ripios
pseudosatánicos, alusiones a la música de las esferas y citas órficas.
Al exmilitar el culteranismo le queda tan grande como el respeto a los
derechos fundamentales, pero el blablablá ya se sabe: a menudo acaba
calando en cabezas baldías.
Juego político al margen -es más que dudoso que Aurora Dorada pudiera
trasplantarse, y prender con parecido éxito, en España-, lo cierto es
que Ward tiene razón. Resulta inquietante constatar la similitud de las
medidas adoptadas contra la ciudadanía en uno y otro país. Y las penosas consecuencias entre ancianos, parados, discapacitados, funcionarios o inmigrantes. Los suicidios, por ejemplo: casi 700 intentos entre enero y agosto en Grecia.
Los desahucios, con o sin víctimas mortales. O el paro juvenil (el 57%
de los griegos menores de 25 años no tiene trabajo, según Eurostat). Un
montón de estadísticas que, por una vez, ni mienten ni otorgan: en el
último año, los ingresos familiares han bajado un 15%; las ayudas
sociales, un 10%, y el consumo, un 7,3%, sostiene Elstat. A cambio, los
impuestos se han incrementado en un 37%. Suena tan parecido en España...
PD: Hoy mismo, viernes 30 de noviembre, ha quedado en suspenso la
posibilidad de solicitar la ciudadanía griega para la segunda generación
de inmgirantes, es decir, los hijos nacidos en Grecia de aquellos (ius soli). Grecia se encastilla en la miseria y el miedo, se encierra sobre sí misma mientras espera que esté operativo el foso medieval de Evros. Como si así quedara a salvo de la peste negra...
El necesario despertar del sur de Europa. Pedro Olalla
Entrevista en Radio Euskadi |
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